sábado, 11 de noviembre de 2023

LES CONSIGUIÓ GROUPIES, PASTILLAS Y MARIHUANA. LA VIDA SECRETA DE LOS BEATLES Y EL HOMBRE EN EL QUE MÁS CONFÍABAN

Mal Evans era el roadie y confidente de los Beatles, pero se sabe poco sobre el hombre que adoraban los Fab 4. Ahora, un nuevo libro revela la verdad sobre el tímido 'reparador' que se encontró en el centro de la revolución juvenil.

Por: Kenneth Womack


Durante ocho años, Malcom ‘Mal’ Evans fue, a su manera, tan fundamental para los Beatles como Brian Epstein y George Martin. Fue durante mucho tiempo su roadie, asistente personal, letrista ocasional, intérprete ocasional y arreglista habitual en la cima de la fama del grupo y más allá. 

Con los años, se convirtió en su amigo y confidente: asistía a sus bodas, ahuyentaba a sus fans, les conseguía groupies, los acompañaba de vacaciones, se unía a ellos en sus viajes de ácido, iba a la India en su famosa peregrinación para ver al Maharishi Mahesh Yogi. Pero la dedicación de Mal a los ‘muchachos’ y su propio deseo de estrellato le pasaron factura, lo que provocó el fin de su matrimonio y su prematura muerte en enero de 1976.

Hasta ahora, Mal ha permanecido rodeado de misterio. Basándose en cientos de entrevistas exclusivas y con pleno acceso a los archivos publicados, incluidos sus diarios personales, manuscritos y recuerdos que durante 12 años permanecieron olvidados en el sótano de una editorial estadounidense, éste es el primer retrato completo de una figura complicada en el corazón de la historia de los Beatles. Justo cuando pensabas que no había nada nuevo que saber sobre los Fab Four, aquí llega la extraordinaria historia de un hombre común y corriente en medio de todo.

A los 27 años, Mal tenía cinco años más que John Lennon y Ringo Starr y aún más que Paul McCartney, que había cumplido 20 años en junio de 1961, y George Harrison, todavía un adolescente de 19 años. Mal era un bicho raro en más de un sentido. Tenía un trabajo de verdad, como ingeniero de telecomunicaciones para la Oficina General de Correos, y tenía una casa y una familia. Vivía con su esposa Lily en el barrio de Allerton en Liverpool, donde criaban a su hijo Gary, de 15 meses. 

Un simple giro del destino hizo que Mal se pusiera al volante de la furgoneta Ford Thames de la banda un día de enero de 1962. Neil Aspinall, el road manager de los Beatles, había enfermado de gripe. No fue la única persona que cayó durante aquel invierno. Durante la última semana de diciembre, una tormenta de nieve barrió Inglaterra y Gales, dejando a su paso acumulaciones de nieve de hasta 6 metros.

Cuando Mal y los Beatles emprendieron el largo viaje a Londres, hacia el mediodía del lunes 21 de enero, los frenos de la furgoneta habían empezado a fallar. Durante la primera etapa de su viaje, los frenos no importaban realmente. Pero fue en el viaje de vuelta a casa cuando se produjo el desastre en mitad de la noche. Mientras Mal conducía por una tranquila carretera rural, el parabrisas "se rompió con un terrible estruendo", como escribiría más tarde en su diario del Sindicato de Ingenieros de Correos. Con el parabrisas astillado, Paul observó cómo Mal "se ponía el sombrero al revés sobre la mano, rompía el parabrisas de un puñetazo y seguía conduciendo"

Mal tuvo que enfrentarse a los vientos huracanados que azotaban el interior de la furgoneta. Los compañeros de la banda recogieron gorros y bufandas y los envolvieron alrededor de su atribulado conductor, que se había puesto una bolsa de papel en la cabeza para combatir el frío. "Estaba pereciendo", recordó John más tarde. "Mal llevaba esta bolsa de papel sobre la cabeza con una gran hendidura para los ojos. Parecía un ladrón de bancos". Mientras tanto, John, Paul, George y Ringo se acurrucaban en la parte trasera del banco, compartiendo una botella de whisky mientras se apilaban unos encima de otros para generar el calor que tanto necesitaban. "Y cuando el que estaba arriba se enfriaba tanto que parecía que le estaba dando hipotermia", recordaba Ringo, "le tocaba ponerse abajo, y así nos calentábamos unos a otros, y seguíamos dando tragos de whisky". Era, en palabras de Paul, "un sándwich Beatle"

Mal y los chicos no paraban de bromear para evitar el agotamiento. Mientras la Gran Helada arreciaba, arremolinándose tanto dentro como fuera de la furgoneta, los Beatles molestaban regularmente a su conductor sobre cuánto les quedaba por recorrer. ["¡Faltan doscientos] kilómetros!" respondía Mal, refiriéndose a la distancia aproximada entre Liverpool y Londres. En los años siguientes, "se convirtió en nuestra broma privada, y cuando las cosas se ponían difíciles se escuchaba “["¡Faltan 200] kilómetros, Mal!"

Durante sus años con la banda, Mal descubrió que la mejor manera de evitar que los muchachos le hicieran bromas pesadas era estar preparado para prácticamente cualquier cosa. Para ello, llevaba consigo un maletín médico cada vez más grande para satisfacer todos los caprichos posibles de los Beatles. Estaba repleto de parafernalia de instrumentos musicales – púas, cuerdas de guitarra y cosas por el estilo – además de artículos domésticos como aspirinas, chicles, una linterna, patatas fritas, galletas, pañuelos de papel y, por supuesto, cigarrillos. Con el paso de los años, se hizo con otra pieza de equipaje a la que llamaba cariñosamente su ‘dope bag’ (bolsa de droga): una bolsa de ante marrón con un letrero de ‘om’ bien visible, completa con porros recién armados.

Esto empezó después de que Bob Dylan pasara por su hotel de Nueva York en 1964, durante su primera gira por Norteamérica. Poco después de la llegada de Dylan, los Beatles ofrecieron a su invitado una muestra de su variopinta colección de pastillas: Drinamyls y Preludin (ambos estimulantes), principalmente. Pero Dylan no aceptó y sugirió "algo un poco más orgánico". Al principio, Brian Epstein se mostró reticente, percibiendo el recelo de los Beatles.

Fue entonces cuando Dylan dijo: "Pero, ¿qué me dicen de su canción, la que habla sobre drogarse?". En ese momento, empezó a cantar el ‘middle eight’ de 'I Want to Hold Your Hand: "And when I touch you, I get high, I get high". John intervino rápidamente: "Esa no es la letra. Es 'I can't hide, I can't hide'"

Ringo probó primero la marihuana de Dylan. Unas caladas del porro de Dylan le hicieron sonreír y de repente se maravilló de cómo el techo parecía flotar sobre él. Pronto estaban todos drogados. George recordaba: "Estábamos sin piernas, doloridos de la risa". Y para Paul especialmente, el primer roce de los Beatles con la hierba del diablo no sólo le pareció alucinante, sino un momento de gran importancia. Para él, era exactamente el tipo de experiencia que debería ser capturada para la posteridad. Habiendo proporcionado obedientemente a su roadie un lápiz y un papel, Paul le ordenó: "!Apúntalo, Mal, apúntalo!". A pesar de estar bastante colocado, Mal consiguió grabar los pensamientos más perspicaces del Beatle. A la mañana siguiente, Mal recuperó las reflexiones, que se reducían a una sola frase: "Hay siete niveles", decían sus notas. ¿Roadie? ¿Guardaespaldas? ¿Arreglador? Ahora Mal podía añadir ‘amanuense’ a su cartera en evolución.

Ya en 1963, estaba claro que había un celo inusual entre las fans de los Beatles, uno que no estaba limitado por los comportamientos sociales convencionales de la época. "Como atacadas por un virus que cambiara sus normas morales, las adolescentes querían sexo con los Beatles y no les importaba cómo lo conseguían", escribió Tony Bramwell, ayudante de Brian Epstein. "Cuando entonces intentaban agarrarse a la vida, meterse por las ventanas o esconderse en los armarios, Mal y Neil Aspinall las clasificaban como si fueran M&Ms, para probarlas y degustarlas primero". A Brian, que es un puritano en lo que respecta a sus protegidos, le habría dado un ataque si se hubiera enterado, pero se le mantuvo totalmente al margen"

En su momento álgido, el escenario y sus alrededores adquirían el aspecto de una zona de batalla. "Sacaban a adolescentes inconscientes del público”, escribió Mal describiendo un concierto en San Francisco en 1965, “y las subíamos al escenario para ponerlas a salvo. Algunas estaban en un estado terrible, magulladas, maltratadas, cortadas e inconscientes. Tenían la ropa rota y el pelo revuelto. Las llevamos entre bastidores, donde las víctimas se contaban por centenares a medida que avanzaba el espectáculo. Una cadena de policías se organizó para llevarlos al centro de primeros auxilios". En un momento crítico, una fan arrojó una silla plegable de metal al escenario. Al final, la situación se volvió demasiado peligrosa para que el grupo continuara.
"Esto no está bien ", le dijeron a Brian. "Tendran que suspender el concierto. Sólo una canción más"

A medida que aumentaban las bajas, Mal se preparó para llevar a los Beatles a un lugar seguro. Las chicas sollozantes yacían desplomadas contra las paredes o acurrucadas en los rincones", escribió, "y alcancé a ver a Joan Baez intentando reanimar a algunas de ellas con sales aromáticas". Todos los artistas del espectáculo estaban entre bastidores ayudando e intentando poner en pie a las jóvenes desmayadas"

Cuando el concierto terminó misericordiosamente, los Beatles soltaron sus instrumentos, corrieron del escenario y se subieron a un camión de carga cerrado para emprender la huida. Después, "se desató el pandemónium en el auditorio", escribió Mal, "y pensé que todo el lugar iba a derrumbarse a nuestro alrededor. Pero, de algún modo, la policía consiguió contener la marea, abrieron de par en par todas las puertas de salida y sacaron a la gente a toda prisa. La escena detrás de ellos era de devastación, con asientos volcados, gente que seguía intentando subir al escenario y más gente desmayada"

A la mañana siguiente, los Beatles y su séquito regresaban a Londres. Pero los peligros de la segunda gira norteamericana del grupo no se olvidarían tan rápidamente. Por su parte, Brian Epstein atribuyó el caos y la violencia a la falta de seguridad. Pero Mal se dio cuenta de que era más que eso. Hacía tiempo que sentía que la Beatlemanía tenía un lado oscuro, que no toda la histeria que la acompañaba podía entenderse como un simple producto del fandom.

Mientras tanto, a medida que se acumulaban las giras, para Mal la repentina disponibilidad de sexo, aparentemente libre de consecuencias, representaba una bonanza irresistible. Después de toda una vida de dudas sobre su cuerpo y una timidez inveterada, simplemente no pudo controlarse.

“Big Mal era un demonio para el sexo", escribió Tony. "Su resistencia habría sido notable en un harén. En las calles llanas y llenas de hollín de Birmingham o Manchester, era un semental salido directamente del Kama Sutra. Como vírgenes sacrificadas, muchas de las chicas aceptaban de buen grado que tendrían que hacerlo con Mal para llegar a John, Paul, George o Ringo, y Mal lo sabía"

Años más tarde, John compararía las giras de los Beatles con el Satyricon de Fellini, sugiriendo que sus viajes por el mundo eran una fantasía de decadencia sexual.

Lloyd Ravenscroft, el mánager de la gira australiana, confirmó que los miembros de la banda "tenían chicas en su habitación, sí. Eso estaba en manos de Mal Evans, que era muy bueno eligiendo a las chicas adecuadas. Era muy discreto y estaba bien organizado"

En palabras de Larry Kane, periodista de radio y televisión que participó en una de sus giras por Estados Unidos, Mal se convirtió en "un proxeneta suave y hábil, capaz de detectar un objetivo con una intuición increíble. Era como si percibiera el olor de las mujeres que estaban dispuestas. Sólo en contadas ocasiones lo vi solo en el pasillo de un hotel. Al menos, su olfato para el reclutamiento incluía la comprensión de las dificultades a las que podían enfrentarse los Beatles si alguna de sus acompañantes era menor de edad o sufría algún tipo de agravio. Si se pudiera conseguir un Oscar por la seguridad en el reclutamiento de mujeres, Mal Evans habría recibido el premio a toda una vida"

De vuelta a casa, los reencuentros de Mal con Lil y Gary se vieron atenuados por la escasa frecuencia de su correspondencia y por los extraños trozos de papel que su mujer había descubierto en su maleta: direcciones y números de teléfono, siempre escritos con letra femenina, de los "amigos por correspondencia" que encontraba en el camino. Mal no les daba importancia, pero Lil sabía que no era así. "Me partía el corazón", recuerda.

En 1968 – un año en el que él había intentado en vano rehacerse como ejecutivo discográfico – la desconfianza de Lily hacia su marido había alcanzado un punto álgido. En ese momento, no sólo encontraba "cartas tontas de groupie" en su maleta, sino también algún que otro par de bragas y otros signos reveladores de infidelidad. Reconoció que Mal estaba siendo seducido por fuerzas abrumadoras, impulsos con los que difícilmente podía competir. "En un momento estaba en Hollywood", dijo. "Al día siguiente estaría de vuelta aquí limpiando la jaula del conejo"

Mal se había convertido en una celebridad por derecho propio, gracias a publicaciones como 'The Beatles Book'. "Para él estaba bien", recuerda Neil Aspinall, "salir al frente a preparar los instrumentos. Era muy popular. Mientras le vitoreaban y le gritaban, hablaba con ellos y les hacía bromas. No tuvo que luchar físicamente contra ellos, una vez que empezó"

All Shook Up: Los Fab Four Conocen a Elvis

Una noche del 27 de agosto de 1965, Mal y los muchachos conocieron a Elvis Presley en la mansión del Rey en Bel Air. La superestrella de 30 años estaba en la ciudad para rodar la película "Paradise, Hawaiian Style"

Antes de su codiciado encuentro con el Rey, Mal pasó un rato con el Coronel Tom Parker en su oficina de los Estudios Paramount, donde el roadie fue agasajado con regalos, entre ellos un mechero chapado en oro y, para su regocijo, una bata de baño blanco con el lema ‘Girls! Girls! Girls!’ . Mal no sólo apreció la generosidad de Parker, sino que reconoció que poseía "uno de los cerebros más astutos del mundo del espectáculo en Estados Unidos", añadiendo que "exprimió cada dólar que pudo de la situación de Elvis, ¿y quién puede culparlo?

Aquel día, mientras Mal descansaba en el despacho del Coronel, sonó el teléfono. "Era una agencia de noticias, Mal", dijo Parker. "Parece que se ha corrido la voz de que Elvis y los muchachos se reunirán esta noche.

Hay una historia en el Daily Mirror de Londres. Ahora Reuters quiere confirmación". En ese momento, a Mal se le heló el corazón. "Por un momento, pensé que Parker iba a cancelar todo el asunto"

Pero el Coronel no se amilanó. Con la llamada Mafia de Memphis, un grupo de amigos y empleados de Presley que servían y protegían al Rey a su entera disposición, el manager de Elvis instigó un complejo sistema por el que cambiaron varias veces de vehículo antes de llegar a Benedict Canyon. Ante la mirada del Coronel, Mal, Neil Aspinall, el agente de prensa de los Beatles, Tony Barrow, y los Beatles se metieron en una limusina negra. "Por una vez", bromeó Mal más tarde, "John, George, Paul y Ringo estaban listos para salir a tiempo, y subieron a los carros que esperaban en el bungalow justo a tiempo"

Gritando "!Que rueden!" por la ventanilla de su carro, el vehículo del Coronel serpenteó por Hollywood, seguido por una unidad de motocicletas de la policía. A las 10 de la noche, la caravana había llegado a la casa de Elvis en Perugia Way. Increíblemente, el plan del Coronel había funcionado.

Mal estaba fuera de sí, sintiendo una combinación de reverencia y conmoción absoluta. Después de que uno de los secuaces del Rey le sirviera un gran whisky con Coca-Cola, Paul le hizo señas a Mal para que conociera a su ídolo en persona. "Presley se volvió y nos dimos la mano. ‘Este es tu fan número uno, El’, dijo Paul. ‘Y está con nosotros'". Mal se quedó atónito al oír la "voz extrañamente tranquila" del Rey cuando le dijo al roadie: "Encantado de conocerte"

A medida que avanzaba la velada, Mal se maravilló ante la lujosa casa de Elvis, con su bar de cócteles bien surtido y sus salones densamente alfombrados y, en el estudio, una enorme chimenea con un tiro de cobre que desaparecía en el techo en el centro de la habitación. "Muy pronto el tocadiscos funcionaba a todo volumen", escribió Mal. "Elvis puso un montón de discos, muchos de ellos de los Beatles, pero modestamente, quizá, no puso ninguno propio. El ruido era tremendo, las bebidas fluían, la charla era animada y, como digo, era como estar en casa con los muchachos de Liverpool"

Finalmente, Elvis cogió un bajo que estaba conectado a un amplificador situado cerca del televisor. "Empezó a rasguear, tocando bastante bien, pero insistía en que sólo estaba aprendiendo", escribió Mal. "Sigue practicando, amigo. Llegarás a la cima", bromeó Paul. Ante la mirada de Mal, se produjo "la sesión improvisada no grabada más fantástica de todos los tiempos" cuando "El encontró unas guitarras para John, George y Paul y un juego de bongos para Ringo, y empezaron a hacer vibrar el local con una hora de música improvisada. Fue fabuloso".

"Sólo hubo un contratiempo durante el pequeño concierto que dieron los muchachos", reflexionaría Mal más tarde. Nadie tenía púa. “Mal tiene púa", dijo Paul. "Siempre tiene púas. Las lleva consigo de vacaciones". Mal, cabizbajo por no haber traído su maletín de médico y sus púas de guitarra, se dirigió a la cocina, donde transformó unos cubiertos de plástico en improvisados plectros.

Ringo y Mal probaron suerte en el billar, perdiendo cuatro juegos seguidos contra miembros de la Mafia de Memphis, mientras que "John perdió 9 dólares en la ruleta con el coronel Parker y Brian Epstein, que se había unido a nosotros al volver de Nueva York". En uno de los recuerdos favoritos de Mal de aquella noche, John se hizo pasar por reportero.

"Una vez, mientras hablaba con El, sentado en un sofá, John se acercó gritando, le puso un micrófono imaginario delante de las narices y empezó a lanzar una serie de preguntas sin sentido, que debo decir que eran una imitación bastante fiel de algunas de las tonterías que se preguntan en las entrevistas en nuestras propias ruedas de prensa. ‘¿Qué vas a hacer cuando estalle la burbuja, Elvis?’, preguntó. ‘¿Qué pasta de dientes utilizas? ¿A qué hora te acuestas? ¿Te gustan las chicas? ¿Quién es tu artista favorito?’ ‘Yeah, yeah’, rió El. ‘Las he escuchado todas antes'"

Escapando de las armas y de una turba en Manila 

La mañana del 3 de julio de 1966, Los Beatles y su séquito partieron hacia Filipinas pasando por Hong Kong. "Manila era nuestra siguiente escala de regreso a Inglaterra", recordaría Mal más tarde, "y fue aquí donde, por primera vez en mi vida, experimenté verdadero miedo". Las cosas se torcieron desde el principio. Después de asistir a la habitual rueda de prensa posterior a la llegada, John, Paul, George y Ringo fueron sacados a toda prisa por una entrada trasera y conducidos al puerto, donde los llevaron a bordo de un yate a motor.

"Había mucha humedad, era Mosquito City", cuenta George, "y todos estábamos sudando y asustados. Por primera vez en nuestra existencia Beatle, estábamos aislados de Neil, Mal y Brian Epstein.

No había ni uno solo de ellos, y no sólo eso, sino que había toda una fila de policías armados rodeando la cubierta del camarote en el que estábamos en el barco. Estábamos muy tristes, muy abatidos por todo el asunto"

Las cosas empeorarían. Después de que Brian consiguiera que los Beatles regresaran a tierra firme, se instalaron en el opulento Hotel Manila para pasar la noche. Lo que los miembros del séquito de la banda no sabían era que los Beatles habían recibido una invitación del Presidente filipino Ferdinand Marcos y su Primera Dama Imelda Marcos solicitando su aparición en el Palacio de Malacanang a las 11 de la mañana del día siguiente. Sólo Brian y los Beatles no llegaron a verlo. Después de un incidente en Estados Unidos, en la embajada británica de Washington, en febrero de 1964, cuando la banda se sintió aún molesta por las suposiciones de la clase alta, las peticiones oficiales de la presencia de los Beatles fueron ignoradas rutinariamente. En lugar de ello, el grupo se dedicó a sus asuntos en Manila, dando el primero o los dos primeros conciertos para 35,000 espectadores en el Estadio José Rizal Memorial y otra audiencia de 50,000 más tarde ese mismo día.

Por el momento, la banda y su séquito no habían sufrido ningún revés por haber desairado a la Primera Dama, salvo los mordaces reportajes de la televisión filipina. Esa noche, el promotor organizó una lujosa fiesta en el hotel, con numerosas prostitutas para satisfacer las necesidades de los muchachos. La mañana del 5 de julio, Mal empezó a presentir problemas cuando un miembro del personal del promotor, que llevaba una pistola, le pidió fotos autografiadas de los Beatles. "Estaba a punto de explicarle que había regalado la mayoría de las fotos", escribió Mal, "y que me había guardado algunas para la tripulación del avión de vuelta a casa, cuando el mismo caballero me apuntó a la cara con una pistola y me repitió la petición. No pude dárselas lo bastante rápido. Fue el preludio de una mañana de terror.

Mal podía sentir cómo aumentaba la tensión mientras buscaba un camión para transportar el equipaje y los equipos al aeropuerto. "La sensación en el ambiente era que nadie quería relacionarse con nosotros", escribió. "Al llegar al aeropuerto, la policía de servicio me informó de que no podía aparcar cerca de la puerta de embarque de la aerolínea, sino en la zona de aparcamiento normal, como la gente corriente. Su actitud fue: '¿Quién te crees que eres?’”. Cuando la banda y su séquito llegaron al aeropuerto, Mal descubrió que nadie les ayudaría, salvo los auxiliares de vuelo de KLM, que tramitaron su equipaje.

Todo se fue al diablo cuando empezaron a dirigirse a la sala internacional y fueron interceptados por una docena de filipinos. "Era obvio que querían causar problemas, y estaban dispuestos a darnos una paliza, por el fiasco de la noche anterior con la Primera Dama", escribió Mal. "Nos pisaban los talones, nos daban codazos y, en general, nos hacían pasar un mal rato, y lo último que podíamos hacer era devolverles el golpe. Hasta ese momento, no eran más que una molestia y nos hacían sentir muy incómodos. Daría mi brazo derecho por cualquiera de esos muchachos, pero en esas circunstancias, era muy desaconsejable tomar represalias de ningún tipo".

Fue el chófer Alf Bicknell quien no pudo contenerse más. Al atreverse a devolver el golpe a los asaltantes, fue atacado con saña y acabó tendido en el suelo del aeropuerto con un par de costillas rotas. A pesar de su gran tamaño, Mal sufrió numerosos golpes, al igual que Ringo, que fue derribado con un rápido uppercut [golpe a la quijada] y se alejó arrastrándose mientras los asaltantes le propinaban patadas. Las cosas parecieron empeorar a medida que el grupo se acercaba a la aduana, donde John y George recibieron puñetazos y patadas. Paul consiguió evitar la mayor parte de la violencia corriendo hacia delante. Junto con Alf, Brian fue el que más sufrió, con un esguince de tobillo durante la pelea. En un momento dado, Mal se dio cuenta de que sangraba por la pierna.

Mal nunca olvidaría lo surrealista que fue caminar por la pista después de la violencia que habían vivido en la terminal. Los rufianes seguían presentes, profiriendo insultos y epítetos mientras los británicos se dirigían al avión de KLM que les esperaba. Pero las fans también estaban allí, gritando "!Los amamos, Beatles!" y arrojando ramos de flores a sus pies.

Una vez a bordo del avión, Mal escribió: "Todos dimos un suspiro de alivio, pensando que estábamos a salvo en territorio neutral. Estábamos todos temblando, con gotas de miedo corriéndonos por la cara". Fue entonces cuando los funcionarios de inmigración subieron al avión, exigiendo que Mal
y Tony Bramwell les siguieran hasta la terminal.

En la oficina de inmigración, se encontraron de nuevo al capricho de la muchedumbre, siendo zarandeados, empujados y jaloneados mientras los funcionarios les exigían que llenaran nuevos formularios de inmigración. Mientras los equipos de televisión grababan cada uno de sus movimientos, los dos se esforzaban por completar los formularios, con las manos visiblemente temblorosas en el interior. Y entonces, sin más, fueron conducidos de vuelta al avión, experimentando una vez más un extraño torbellino de violencia e insultos por un lado y la buena voluntad de las fans de los Beatles reunidos por otro. Tras unos 40 intensos minutos lejos de sus amigos, Mal y Tony volvieron a sus asientos. "Las últimas palabras que oímos antes de que se cerraran las puertas fueron: ‘Los amamos, Beatles’", escribió Mal.

Mal Evans murió el 4 de enero de 1976. La policía le disparó en un apartamento de California mientras blandía un rifle, tras haber tomado una presunta sobredosis de Valium. Sus diarios y recuerdos yacían en el suelo junto a él.

Extraído del libro: 'Living the Beatles Legend', de Kenneth Womack (Mudlark, 25 libras), que será publicado el 14 de noviembre. Para solicitar un ejemplar, visite timesbookshop.co.uk o llame al 020 3176 2935. Gastos de envío gratuitos en pedidos superiores a 25 libras. Descuento para miembros del diario The Times.

(Publicado en el suplemento de Times Magazine el 4 de noviembre del 2023)
[Traducido y editado por Guillermo Velarde para Mundo Beatle]

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