viernes, 21 de marzo de 2025

EL MÁGICO PODER DE LAS FLORES DE GEORGE

Neil Titley, el jardinero del Beatle, atropelló a su gnomo pero aún así recibió un bonito regalo de despedida de su parte.


Durante 40 años de carrera, en los que interpreté en solitario un espectáculo de Oscar Wilde, pasé por muchos periodos de “descanso”, en los que hacía casi cualquier trabajo que se presentaba.

Así, en 1970, tuve la suerte de ser sub-jardinero en la finca Friar Park, en lo alto de una colina con vistas a Henley on-Thames.

Semejante a un castillo francés, había sido construida en 1889 por un exitoso abogado y horticultor llamado Sir Frank Crisp. Tras su muerte en 1919, la casa se vendió y se convirtió en el hogar de una orden de monjas católicas romanas que dirigieron una escuela en el edificio durante 20 años.

Una de sus alumnas fue Jane Birkin (1946-2023). Jane, por supuesto, se convirtió en una estrella de renombre, pero en aquella época era más conocida por su aparición desnuda en la película Blow Up (1967), de Antonioni, y por convertirse en amante del cantante francés Serge Gainsbourg. Se hicieron famosos tras publicar el disco profundamente erótico Je T'Aime.

En una nota relacionada, Jane Birkin cuenta que llegó a Londres y paró un taxi. Cuando mencionó que había grabado un disco llamado Je T'Aime, el taxista frenó en seco y exclamó: “¡Je T'Aime! ¡Je T'Aime! He tenido tres hijos por culpa de Je Bloody T'Aime”.

Para 1970, las monjas se habían marchado y, en el último momento, el cada vez más decrépito Friar Park se salvó de la demolición cuando George Harrison, de los Beatles, se enamoró de él. Inmediatamente, se dedicó a restaurar los jardines. Su primera cuadrilla de jardineros, en consonancia con sus creencias religiosas, había sido un grupo de discípulos Hare Krishna.

Aunque eran excelentes en los cánticos, habían demostrado ser menos eficientes en la jardinería, a pesar de su innovador uso de lanzadoras de cojos de la Segunda Guerra Mundial para tratar de eliminar las malas hierbas.

En vista de los escasos progresos realizados para domar la exuberante jungla que se había apoderado del original de Sir Frank, George Harrison mandó llamar a Maurice, que había sido su jardinero jefe en su anterior propiedad de Esher, Surrey. Maurice, un campesino fornido y lacónico de unos 50 años, se había instalado en una de las casetas con su familia y, con un nuevo equipo de jardineros entre los que me encontraba, se dispuso a abordar el problema.

Había visitantes ocasionales. Una mañana llegó John Lennon con su famoso Rolls-Royce blanco. Parecía una ambulancia aplastada. Pude ver de lejos a John y Yoko y a otro personaje con gafas, que resultó ser Peter Sellers.

George dijo más tarde que John había entrado en el edificio principal, miró a su alrededor y dijo que era 'tan oscuro que no sabía cómo Patti y George podían vivir allí'. George le contestó: “Quizá te ayudaría quitarte las gafas de sol”.

Aquella Navidad, George le compró a Maurice un nuevo minitractor, del que Maurice estaba bastante orgulloso. Al menos, lo estaba hasta una tarde, una semana más tarde.

Estaba regando plantas con él en uno de los invernaderos cuando dio un respingo y se quedó horrorizado al ver a George y sus compañeros pintando el tractor con diseños psicodélicos.

Sin poder evitarlo, me refunfuñó resentido: “Uno pensaría que algunos de esos cabrones tendrían algo mejor que hacer con su maldito tiempo”.

Esta afirmación podría haber tenido más fuerza moral si el follaje que estábamos regando en ese momento no hubiera consistido en 150 plantas de cannabis.

Probablemente, el mejor momento musical de George Harrison fue cuando publicó su triple álbum All Things Must Pass en noviembre de 1970. Un mes antes del lanzamiento, más o menos, un fotógrafo pasó varias horas haciendo fotos para la portada del disco, incluida una de George sentado en el césped vestido de jardinero, mientras en primer plano yacían cuatro gnomos de jardín tumbados, parte de la colección de Sir Frank. Esta foto se convirtió en la portada del disco (derecha). Como todo el material de los Beatles era escudriñado minuciosamente por los fans en busca de “significado”, estaba destinada a convertirse en un icono visual de los años sesenta.


Dos días después, mientras manejaba el tractor, me equivoqué de marcha y di marcha atrás sobre uno de los gnomos que pronto serían mundialmente famosos.

Bueno, all things must pass [todo debe pasar]... Cuando por fin presenté mi renuncia, Maurice me llamó en mi última tarde en Friar Park.

“George dejó algo para ti en la repisa de la puerta de la cocina”. Me acerqué y encontré una hoja de papel con letra manuscrita. Leí las palabras y me di cuenta de que eran la letra del nuevo éxito de George, My Sweet Lord.

Pensé que se lo había ofrecido como un recuerdo agradable o, más probablemente, como entonces estaba de humor evangélico, como una instrucción filosófica. En aquellos tiempos anterior a la era retro, nadie imaginaba que un documento así podría convertirse algún día en una propiedad enormemente valiosa. Yo, desde luego, no.

Una semana después, estaba en un pub londinense con unos amigos. Les enseñé el papel y lo dejé descuidadamente sobre la mesa del bar. Al darse la vuelta, un amigo tiró accidentalmente su jarra de cerveza.

La cerveza salpicó la mesa y la hoja de papel. Vi cómo la letra se convertía en una mancha de tinta indescifrable. 


(Publicado en las páginas 24 y 25 del fascículo 450 de Oldie Magazine UK  correspondiente a abril del 2025)
[Traducido y editado por Guillermo Velarde para Mundo Beatle] 

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